Vino la luna
a mirarse en la alberca
y yo la veía.
Se estiró su pelo
con el peinecito de plata
que un día
le dio un marinero
nacido en el Puerto
de Santa María.
Me atreví,
la llamé,
le dije:
lunita,
tú no necesitas
ni plata, ni peines,
ni de agua bendita.
¡Cásate conmigo!
y ya solamente
conmigo luneas.
Hay un marinerito
que de plata canea.
a mirarse en la alberca
y yo la veía.
Se estiró su pelo
con el peinecito de plata
que un día
le dio un marinero
nacido en el Puerto
de Santa María.
Me atreví,
la llamé,
le dije:
lunita,
tú no necesitas
ni plata, ni peines,
ni de agua bendita.
¡Cásate conmigo!
y ya solamente
conmigo luneas.
Hay un marinerito
que de plata canea.
-Le han devuelto un peinecito.-
31de marzo de 1997.
Foto: C. Mateos.
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